El pajal


Encontrábamos cuises, palomas torcazas, palomas yeruty, grandes como pollos de color gris con puntas negras en las alas, chingolitos, pitogues, palomas de la virgen o cucú, de vez en cuando perdices y otras aves acuáticas como gallitos del agua, que nos sorprendían con sus gritos estridentes y levantando la cresta se disponían a defender su territorio y si tenían pichones se ponían peor.

El Martín pescador nos observaba de allá arriba del ceibo que con sus flores coloradas algunos y otros con flores de color azul se mezclaban con los colores del pajarito que también presenta hermosos matices  que van del rojo vivo al azul intenso.

Los sauces llorones con sus ramas intensamente verdes caen en ramilletes tocando el suelo y si pasábamos por debajo de ellos nos salpicaban con gotitas de agua que permanentemente están arrojando.

            El barrial es el lugar predilecto de las aves como el pitogué que se alimenta de la pitanga, fruta chica colorada parecida a la cereza, hay que comer cuando está de un color negro fuerte y brillosa, de rico sabor y aroma y posee muchas vitamina C; por supuesto que al resto de las aves también les gusta esa fruta, pero hasta que el pitogué no se satisface, otra ave no se atreve a acercarse  por temor a su pico grande y agudo que para ahuyentar a sus eventuales comensales hace sonar su pico con un chasquido que provoca terror a los pretendientes del supuesto banquete.   

            La fruta preferida de la paloma torcaza es el guajay, de color amarillo, muy ácido que en un primer momento es fuerte para el gusto, pero en la segunda fruta el sabor ya se habitúa. Nosotros la comíamos cuando se encontraba con el color amarillo muy subido ya casi pasada, era la única manera poder de comer

A veces una tela de araña se destaca con finas cuentas de humedad, como el tejido bordado por las paraguayas llamada ñanduti. Un tordo que estaba cantando interrumpió su concierto, se balanceó un momento con su cola en abanico y salió volando.

Algunos pétalos de la rosa mosqueta, perturbados por el movimiento, largó algunos pétalos rosados que descendieron balanceándose indolentes hasta el suelo. Un chingolo comenzó a picotear saboreando el sabroso alimento caído del cielo.
   
     Lo que nos deleitaba era el grito alegre del hornerito o Alonsito,
barrererito, barroso o Juan del barro. Cada vez que se encuentran con su pareja se dan una bienvenida de gritos y aleteos que retumba en todo el barrial, sacando pecho los dos, se miran como si nunca se vieran antes.

Esto ocurría a cada rato, incluso a veces tardaban solamente un momento para que vuelvan a hacer la misma algarabía.         

 Después del canto alegre del encuentro, salían a buscar barro para seguir con la construcción de su casita. Estas casitas de barro tenían la particularidad de que eran de color negro cuando estaba húmedo o mojado por el barro totalmente negro, los otros nidos normalmente son de color marrón, depende del lugar de donde extraen la materia prima para la construcción de su nido que tiene una entrada en forma de oreja antes de entrar al lugar donde la hembra pone dos a tres huevos, si es que el tordo ya no puso antes los de ellos    

    Nosotros por supuesto saboreábamos las mejores frutas que normalmente se encuentran muy arriba del árbol que como el guajay teníamos que subir por las ramas que son muy finas y a la pitanguera con su fruta negra es mucha más sabrosa y rica.

    Había cantidad también de huevitos de gallo, es una planta tipo enredadera, da su frutos verdes y cuando están maduros es blanco con la puntita prendida de amarillo intenso y de tanto comer quedábamos con los labios amarillos. Son muy dulces y sabrosos, hay que comerlos al momento de sacarlos porque se herrumbran  rápidamente.


 El pantano de negro barro era un criadero de mosquitos  y tábanos que si nos descuidábamos nos dejaban como un colador de tantas picaduras dolorosas, sus agujas mas  parecían espadas y aunque estuviésemos vestidos (eso en el invierno) igual nos atravesaban la ropa y lograban picarnos con sus consecuencias muy molestas.

    La mayoría de las veces nos subíamos a un gran árbol de Jacarandá, en primavera se cubre de flores de color azul celeste, Papá nos contó que desde ahí solían observar el panorama del arroyo y el rio Uruguay, todos los días, aunque estuviese lloviendo, centinelas guaraníes que desde esa gran altura controlaba que no se acerquen desapercibidos los bandeirantes portugueses que acostumbraban saquear las costas argentinas, secuestrar hombres para llevarlos como esclavos, como también indígenas de otras tribus que venían con la misma finalidad, en busca de botines o a robar mujeres y niños.

Nosotros solamente nos encaramábamos para atisbar nuestras lecheras.

     Desde allí observábamos desde la costa del arroyo la mayoría de los lugares del pajal, parte de la isla, el aserradero Padoan y casi todo el puerto donde se veían la casillas de maderas de los marineros y de los  guardacostas, utilizada para controlar la llegada y salida de las lanchitas que navegaban desde Uruguiana y a este puerto de Libres, ellos tenían la misión de aduaneros  y se encargaban de controlar mercaderías y otros objetos que podrían llevar y traer. 

    Había otros árboles frondosos que se destacaban en el barrial, como el curupí, sota caballo, y la chichita, que tenía la particularidad de que había que saludarla al revés o sea, si es de mañana, buenas tardes y si era  de tarde, buenos días, si no saludábamos de esta manera la persona se llenaba de urticaria por todo el cuerpo, con grave peligro de que se cierren los ojos por la hinchazón.

 Siempre hay los que no creen hasta que les sucede y empiezan a rascarse de lo lindo, Nosotros cumplimos con los preceptos de buena educación y optábamos por saludarla varias veces por las dudas.

Una laguna que nos gustaba mirar y de vez en cuando tirar una línea
Se encuentra donde termina el monte de ceibos y sauces, allí normalmente se encuentra llena de patos suirirí, gallitos del agua, pollonas, pacaá, garzas blancas y blancas zancudas, algún tuyuyú, de vez en cuando aparecían dos chajá, siempre andan en pareja,  ranas grandes y camalotes de distintos tipos, como repollitos del agua, plumas de loro (así llamado por sus hojitas finitas que se parecen a las plumas de las cotorras verdes), lentejas del agua, nénuphar de flores blancas, rosadas y amarillas.

Esta laguna se encontraba rodeada de un pasto verde intenso producto de la humedad existente, se encontraba constantemente así debido a las vertientes que surgían de las profundidades de la tierra con un agua clara y fresca por no decir fría, algunas arrojando chorros de agua de hasta veinte centímetros de alto.

Que hermosas taruchas se pescaba, bagres y las infaltables morenitas y juanitas, esta última de color casi azul oscuro, que embravecida levantaba sus aletas que cubren todo su lomo, mostrando sus puntas agudas casi cartilaginoso, de poco peligro de pinchaduras doloridas     


     Está también el mata ojo, es una planta que si se hace fuego con su madera hace arder los ojos de tal manera que se empieza a llorar a lo loco, como si estás pelando cebolla, por supuesto más grave aún, porque llegas a desear que termine de una vez, el sufrimiento se hace insoportable.

     La plaga para los grandes árboles frondosos es la yerba del pajarito; es una enredadera parásito que llega un momento que mata la planta:

     Hay un verso brasileño que define la planta de esta manera:

     a erva de pasarinho
     é praga mui conhecida
     e de tan mal agradecida  
     ás árbores de que se nutre
     que; mais feroz q' un abutre
     mata as que le da a vida

     Traducido es así:

      La yerba de pajarito
      Es una plaga muy conocida
      Y de tan mal agradecida
      De los árboles que se nutre
      Que, más feroz que un  buitre
      Mata a las que le da la vida.

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