Pequeña Historia de Libres con el Petiso Alazán

Pequeña Historia de Libres con el Petiso Alazán 

Estos breves relatos es parte de mi existencia y hechos de la ciudad de Paso de los Libres, fundada por  modestos hombres y mujeres que a fuerza de enormes penurias y sacrificios lograron abrirse paso y formar sus hogares, criar sus hijos, educarlos y lanzarlos a volar con más herramientas de lo que ellos poseían en sus comienzos   

Dicen que al aproximarse la vejez el espíritu goza volando como un pájaro hacia los días felices de la infancia y es por ello que quiero recordar por escrito estos pequeños relatos de mi infancia,  para que algún día mis hijos o nietos lean lo que fue esta ciudad en mis comienzos de mi vida, vista con ojos de niño.

Quiero demostrar asimismo que la infancia brilla con resplandor propio y maravilloso, como si entonces todo hubiese sido mejor y más bello que ahora. En ese entonces, y también ahora, me imagino, no existían clases sociales diferenciales entre gurises, porque no hay ciertamente nadie, cuya infancia no encierre algún destello de júbilo y de alegría, sin duda alguna, y creo que entre los chicos, los de menores recursos,  son los que tienen algo más que  evocar.

En este relato no falta por supuesto la participación de mi PETISO ALAZAN que supo brindarnos esa inmensa felicidad, y a pesar de los años transcurridos afloran todavía en mí, esos recuerdos de la infancia lejana, dichosa,  maravillosa que vuelcan a mi mente torrentes de inolvidable felicidad.

Dice Joseph Stone y Joseph Church que el adulto que tiene capacidad para una verdadera madurez, es aquél que deja la niñez sin haber perdido los mejores rasgos de esa etapa. Es aquél que conserva las fuerzas emocionales básicas de la primera infancia, la terca autonomía de la época en que el niño empieza a caminar o la capacidad de asombro, placer y travesura de los años preescolares, la capacidad de afiliación y la curiosidad intelectual del niño escolar, el idealismo y la pasión de la adolescencia.

Es aquél que incorpora todo esto a un nuevo patrón de desarrollo dominado por la estabilidad, la sabiduría, el conocimiento, la sensibilidad hacia los demás, la responsabilidad, la fortaleza y la determinación de la edad adulta.
Preguntas sin respuestas

Para variar mis ideas muchas veces me pregunté porqué mis abuelos vinieron a estos lugares donde había muy poco, sabían por comentarios solamente que toda la Nación Argentina poseía enormes dilatadas y ricas tierras fértiles que aunque totalmente alejadas de la civilización, sabiendo eso dejaron todo en busca de una quimera de oro. Dejaron  padres, hermanos, amigos, con vidas, si se quiere realizadas, encaminadas  y de alguna manera ya formadas, en busca de una ilusión, en enormes territorios desconocidos, peligrosos sabiendo que podrían poner en riesgo sus propias vidas y la de sus seres queridos venidos con ellos en pos de un sueño.

Sin embargo aquí llegaron, se instalaron y se afincaron para siempre.

Tan bruscos cambios del modo de vida no podían de dejar de afectar los procesos mentales lógicos de estas personas, su sistema de vida anterior, sus ideas y sus propósitos, se acentuaban a medida que pasaban los años y que poco a poco se iban desvaneciendo en los recuerdos de su anterior hogar para entrar de lleno en su actual existencia.

Mis abuelos paternos vinieron del Pay Ubre, departamento de Mercedes Corrientes, allí se casaron cuando terminó la guerra contra el Paraguay, mi abuelo guerrero de la triple alianza, vino de Tucumán y desde esa pequeña localidad correntina, cierto día, después de haber pensado concienzudamente decidieron emigrar pensando en un lugar más prometedor para ellos y sus futuros hijos.

Salieron con todas sus pertenencias hacia el Paso de los Libres en carretas tiradas por bueyes, que eran capaces de andar hasta dos leguas o menos por día, todo dependía del  paso que podían imprimir las ovejas, que debido a sus condiciones solo podían andar esa distancia, por el calor, peso de sus lanas, parición, etc.

Los arroyos, cursos de agua o lagunas que encontraban a su paso era aprovechado para hacer un alto en la marcha y para el descanso de los bueyes y resto de los animales, contándose entre ellos, yeguarizos, mulas, vacas, vacas lecheras, como así también para la reparación, engrase y control de las carretas, carros y otros vehículos menores como jardineras y sulky, la preparación de comidas a base de charqui, se daba agua y control de  los animales y el descanso necesario, siempre a la vera de estas aguadas que abundan en el largo camino donde allí podían tener sus crías con más tranquilidad las ovejas y vacas que posteriormente sus crías eran transportadas sobre carretas con forraje especialmente preparadas para estas contingencias.

En cada descanso los animales eran colocados después de la aguada para que algunos quieran volver a su querencia, mientras que los vehículos tracción a sangre eran colocados siempre mirando hacia el Este, lugar de nacimiento del eterno sol.

La parte más difícil, era atravesar el río Miriñay, que fuera de lo caudaloso, posee un lecho pedregoso muy peligroso y grandes rocas que hacía difícil su travesía y lo más temeroso en ese lugar era sin duda alguna el casi seguro ataque de los indios guaraníes asociados con bandoleros, la mayoría ex combatientes contra el Paraguay, se dedicaban a asolar y asaltar estancias y deambular en busca de viajeros desprevenidos en los arenosos caminos correntinos.

Es de señalar que toda caravana, caminantes e incluso las estancias, se encontraban bien provistos de armamentos para su defensa, los peones que recorrían los campos se encontraban bien armados con revólveres, escopetas y facones para su defensa personal  y cuidando el robo de ganado común en todo tiempo contra el abigeato de ganado,  tenían que defender a tiros en muchas oportunidades de los peligrosos y temidos ladrones.

La caravana se encontraba bien provista de distintas y variadas armas de fuego, algunos de estos armamentos fueron traídos por mi abuelo al finalizar la guerra contra el Paraguay, como mosquetones avan carga y revólveres, trabucos y otros más modernos como el fusil rémington, Winchester, etc.        

Improvisaron balsas con troncos cortados de la orilla del Miriñay y otros elementos flotantes que traían preparadas al efecto, materiales necesarios para el cruce de los numerosos arroyos que atravesaban en su largo e interminable itinerario. Todo estaba previsto, nada quedó al azar, que gracias a esta previsión se logró llegar con éxito al lugar preestablecido.

La travesía del Miriñay no fue nada fácil pues sumado a las características peligrosas de la corriente rápida de sus agua, había que sumar la particularidad de su lecho de enormes piedras que dificultaba con gran riesgo la travesía, había que darle importancia, en esta oportunidad, a la profundidad del agua y la velocidad de la corriente debido a lluvias torrenciales que venía ocurriendo en la cuenca de la Laguna Iberá, provocando fuertes crecidas y gran velocidad de sus aguas.

Si bien en el lugar de vadeo conocido como Paso Rosario era el más apropiado, ya que ahí se ensancha el río y forma una cachuera con aguas pocas profundas, la velocidad del agua aumenta dificultando el paso, la travesía se logró sin dificultad aunque se perdieron dos  enormes carretas que transportaban familias sin que tuviera que lamentar víctimas de personas y tres carretas cargadas de semillas, tiradas en base a seis caballos de tiro que desaparecieron rápidamente en un recodo del río.

 Las familias se salvaron gracias a la pericia y rapidez de los hombres a caballo preparados para esos eventos, personal práctico por haber ya participado en el cruce los numerosos ríos y arroyos que pudieron atravesar, figurando entre ellos el caudaloso río Corrientes, desde  la localidad del Tacuaral, límite del Departamento de Mercedes, terreno pantanoso y de rápidas corrientes que nacen en los esteros del Iberá. Arroyos de cauce profundo como el Capitán Corbeta, Las Garzas, El Curupí, etc.

El cruce del río era la parte más difícil y crucial de la caravana, incrementado por los indios bandoleros que frecuentaban en ese entonces, aprovechando este momento crítico donde se fraccionaba la larga caravana, pasando primero las mujeres y niños con las cosas más valiosas, la mitad de los hombres bien armados y de excelente puntería, mientras que la otra mitad se encargaban del traslado de vehículos, la totalidad del ganado y el resto de los elementos.   

En muchas ocasiones el ataque se hacía en ambos lados del río, provocando un intenso y nutrido tiroteo,  algunos lanzazos y flechas que llovía como púa de tábanos gigantes, se apoderaba el miedo en el grupo que se daban a la fuga o se retiraban dejando todas sus pertenencias a merced de los bandidos.

En todas las ocasiones del cruce, se enterraban las cosas de mucho valor como la libra esterlina, (moneda corriente en esa ocasión), joyas, etc. y en ataques sorpresas que los encontraban desprevenidos, cundía el miedo, el pavor, ya no volvían a buscar sus pertenencias de valor que les serviría para reiniciar sus vidas en sus nuevos hogares que era lo único que tenían, dejaban todo con tal de salvarse y los indios dueños de la situación no los perseguían con tal de encontrar las cosas de valor y que en muchas ocasiones desconocían los lugares de ocultamiento, a pesar que el lugar era intensamente rastrillado no lograban en muchos casos encontrar esos tesoros que quedaban para siempre enterrados a la vera del caudaloso río Miriñay.

Normalmente las caravanas se hacían con varias familias que se unían  para marchar, con un jefe que en este caso le correspondió a mi abuelo Marcelino Maciel Díaz como ex combatiente de esa gran guerra, así que la caravana y el ganado que conducían se encontraban bien protegidas por hombres a caballo y armados que recorrían continuamente la extensa marcha que iban atravesando montes de espinillo, algarrobos y montes de árboles enormes ya cerca del río, de gran belleza.

Enormes remolinos de niebla de polvo levantados por las carretas, caballos y ganado vacuno, lanar y caprino se afanaban en avanzar lentamente sin cesar por el polvoriento camino de arena, por supuesto que cuando había poco viento el polvo se arremolinaba provocando malestar y desazón en el personal, principalmente en las mujeres, ancianos y niños, aunque estos últimos no dejaban de aprovechar todo momento para jugar y reírse, mientras los conductores hacían restallar los látigos de cuero trenzado invitando el avance forzado de las bestias de tiro, haciendo rechinar las ruedas y los hombres dando gritos de aliento indicando el mejor camino para movimiento de los lentos y pesados carromatos.

En varias oportunidades se veían huellas del temido yaguareté que seguía la huella en busca de la caza de alguna oveja o vaquillona extraviada que al menor descuido del centinela la bestia atacaba, normalmente a la noche, y en ocasiones al mediodía cuando la caravana descansaba de la fatigosa marcha, se llegaron a perder varios animales devorados por estos felinos, aparte del robo que podrían hacer los indios guaraníes que vivían al acecho en esos lugares.

 Si los perros no lograban localizarlos a tiempo, tanto a la bestia como a los bandoleros atacantes a tiempo, se encargaban los animales que estaban en el corral en descubrirlos, normalmente por los caballos que olían el peligro, reculando, caracoleando, pifiando y emitiendo pequeños bufidos y cortos relinchos de temor

En una oportunidad sorpresivamente atacó un yaguareté macho de enormes dimensiones, estos grandes felinos expertos en ataques sorpresas, logró derribar y romper el espinazo de un caballo que no logró huir a tiempo, sufrió la desgarradura de su vientre y sus hechuras desparramadas en el suelo arenoso, a sus pies algunos perros también yacían muertos desgarrados por certeros zarpazos.

Al detenerse un segundo el enorme felino fue aprovechado por mi abuelo que lo abatió con un certero disparo, donde inmediatamente los perros se lanzaron sobre de la fiera abatida a pesar del miedo terrorífico que los perros le tienen a este animal.

La abuela Paula Hernández Cazafús indicaba el lugar y momento propicio para el descanso, decía mi abuelo Marcelino que las mujeres tienen criterios acertados y mas juiciosos que los hombres, hechos probados en más de una oportunidad y en ocasiones, decía Marcelino,  superior en muchos aspectos dado su naturaleza calma y al aguante de la fatiga, ni hablar que pueden soportar mejor el dolor, la resolución de problemas con más prontitud y otras cosas relevantes.       

La abuela Paula al pasearse en las noches suaves, cuando miríadas de estrellas centelleaban suspendidas en la inmensa concavidad del cielo, y la luna es todavía una pequeña herradura, y resultaba agradable caminar en esa aún tenue luz plateada haciendo soñar y renacer la  esperanza, recordaba entonces aquellas noches serenas donde contemplaba el majestuoso disco luminoso de luna llena, allá en su cómoda  alcoba o en el patio fresco de la noche rodeada de un vaporoso olor a jazmín y niñorupá en su vieja casona del Pai Ubre.

La hacía añorar por momentos la calma de sus noches de aquel hogar ya perdido para siempre.

Es difícil decía no caer en la tentación de preguntarse qué habría ocurrido si uno hubiese hecho o dejado de hacer. Ello suele ser una especulación inútil, pues lo que hubiera podido ser constituye el mayor de los misterios.

Cuando la nostalgia agobia, fustiga, deja divagar sus pensamientos llegando siempre a lo mismo, diciendo que feo es dejar el lugar donde se ha nacido por la necesidad de buscar nuevos caminos y mejor futuro y verse obligada a abandonar el lugar tan querido, sus raíces y su suelo querido, acrecentando aun más su añoranza. 

Pensaba si aquella noche no hubiese escuchado la voz de Dios cuando se encontraba iluminada por la luz fantasmal de la apacible y brillante luna llena, cuando le dijo “Paula debes abandonar este lugar para conseguir un mejor futuro para vos y los tuyos”

Su vieja Biblia ajada la acompañaba en todo momento y no restaba ocasión para abrir y recitar algunos salmos, como el 23, y rogando que la Virgen María no los desampare en esta sacrificada aventura, al parecer menos alentador que su viejo, lejano y añorado Pai Ubre
   
Cuanto le gustaba mirar esa tierra bendita de onduladas lomas y verdes laderas, le parecía imposible que pudiera ser la misma en esa interminable y sacrificada marcha, rodeada de penurias y peligros, en busca de un futuro incierto pero llena de esperanza apostándolo todo a un pueblo desconocido para ella,  aunque ya el abuelo había venido previamente a reconocer y adquirir tierras en el lugar donde irían a vivir.

La puesta de sol la hacía feliz, cuando la bola de oro se deslizaba hacia los confines del mundo, sumergiéndose en un mar amarillo y carmesí, ocre y púrpura, mientras desaparecía tras el borde de la creación y ver la breve gloria en su último resplandor, sentía la presencia de Dios y la dejaba infinitamente tranquila.

Observar mientras se marchitaban los últimos destellos de luz bajo los rápidos crespones que la noche va ágilmente agregando a la tenue luz, mientras la luna grande y fría, flota en la púrpura del atardecer, su silueta luminosa se mecía sobre el monte impenetrable de espinillos, algarrobos y guayabos, árboles típicos de las zonas correntinas próximas a los ríos y arroyos. 

La Abuela Paula siempre se encontraba atenta al menor peligro, con una mano sostenía su preferido y largo fusil avancarga, con su cañón frio y eficaz, sin apartarse de su costurero y agujas de cocer que después de la cocina y lavado de vajillas con el resto de las mujeres, se entretenía  remendando las ropas desgarradas en algunos casos o prendía botones de las camisas de esos hombres sacrificados en sus tareas duras sin descanso, trabajando las 24 horas, algunos días sin poder parar un momento en su trajinar, comiendo en ocasiones en el lugar de vigilancia o de trabajo, a veces sin sentarse siquiera.

En otras ocasiones sacaba de su carreta unas hojas de tabaco que había sembrado y cosechado para la fabricación de cigarros para uso propio y de algunos hombres que sabían apreciar la calidad de sus cigarros que la abuela les vendía a precios irrisorios  

En la otra mano tenía su inseparable rosario que su madre Francisca le dio el día de su primera comunión, mucho más consolador, seguramente Dios les ayudaría como siempre lo hizo, para llegar sin contratiempos a su incierto y esperanzado destino.          

Era casi imposible pensar que los indios guaraníes bandoleros no atacarían, pues siempre lo hicieron, aun en menores caravanas.

Sintió un escalofrío al pensar que se acercaba el amanecer, al alba los bandidos siempre atacan, las sombras de la noche palidecieron   haciéndose de un gris oscuro, realzado por unos pliegues rosados, donde algunas sombras aún se aferraban sin querer desaparecer de la niebla matinal que el rio despide en épocas otoñales de frio mañanero

Mientras se dedicaba a la cotidiana tarea de preparar el suculento desayuno para la gente de la caravana, compuesto de carne, huevos fritos, polenta tipo pan y un reparador matecocido, cuando de pronto un centinela adelantado, se acercó sin miramientos al galope furioso hacia los carros dispuestos en círculo en cada anochecer previendo los ataques sorpresa como en este amanecer, venía gritando.

Los bandidos se encontraban muy próximos dispuestos a atacar. En su rostro se manifestaba la angustia e inquietud  por el inminente y peligroso avance de estos indios de poca sensibilidad al cristiano.

Simultáneamente se producía un estruendo insólito como si saliese de las entrañas de la tierra, luego el aire quedó desgarrado por los sapucais casi inhumano proferidos por decenas de gargantas de asesinos acostumbrados a este tipo de vida, a la matanza de gente inocente, no acostumbraban dejar nadie vivo, algunas mujeres corrían el peligro de ser capturadas y el resto, entre chicos, algunas mujeres y la mayoría de los hombres que caían prisioneros eran degollados o lanceados en el momento.

En ese mismo instante una masa de jinetes avanzó disparando y arrojando lanzas y trabucazos contra los carros dispuestos en defensa preparados la noche anterior en semicírculos si dejar ningún espacio para que pueda pasar un jinete y pueda romper la defensa, esta disposición se efectuaba todas las noches para poder soportar el inminente y peligroso ataque que sabían ocurriría.

Mi Abuelo esperó el momento oportuno para dar la orden de abrir el fuego lo que provocó una brecha en el primer frente con caída de jinetes y caballos que se revolcaban, mezclándose el relincho y gemidos de los  indios que todavía sobrevivían.

Estos no esperaban una inmediata y feroz respuesta a su sorpresivo ataque, esta rápida réplica produjo un desbande total, jamás creyeron que prácticamente los esteban esperando, porque ellos eran expertos en ataques sorpresas, pensando que aún se encontraban medio dormidos y abocados en la cotidiana tarea de la mañana y ajetreados en el ataleje de los carros, caballos de montar, reunión de la tropa de animales para el cruce inminente del rio Miriñay y la preparación de la primera parte de la caravana, que a pesar de la rigurosa disciplina, siempre había quejas de algunas partes que preferían ir primeros o últimos al otro lado del tempestuoso rio.
 
A pesar del ataque relámpago, en las filas de defensa se produjeron algunos heridos de bala y una chusa clavada en un costado de un defensor que sufría sin quejarse.

 La abuela Paula inmediatamente se abocó a la curación de las heridas con algunos medicamente que traían para estas emergencias, remedios caseros de cataplasmas y yerbas de siete sangría, la yerba de la oveja o tape cué, la yerba federal, en especial a la que más fe tenía, la yerba de la vida y el agua caliente que nunca faltaba.

También para que no levante fiebre carnearon inmediatamente una oveja para cubrir la herida de la chusa sucia con el cuero fresco a efectos de darle alivio a la piel ya afiebrada y pueda  que pueda absorber asimismo la materia que la herida iba supurando. Este hombre llamado Emiliano logró sanarse para alegría de él y de su familia que podría quedar desamparada en aquella comarca a conocer.

Después del frustrado ataque de los bandidos, la abuela sacó su ajada Biblia y reuniendo a sus valientes defensores agradeció a Dios, a Jesucristo y a la Virgen Santa María por haberlos protegido, nadie faltó, concurrieron todos sus integrantes, hombres, mujeres y niños que no eran pocos, menos los centinelas que no descuidaban su posición.

               En esa ocasión la abuela Paula dijo que el hombre que tiembla ante cada peligro convierte su vida en algo insoportable, al parecer lo dijo ante algunas deserciones ante el ataque, que prefirieron parapetarse en los carros antes de enfrentar el ataque.

Una tarde después de un arduo trajinar de ruedas, animales y hombres llegaron a las orillas del rio Miriñay disponiendo inmediatamente la defensa contra un seguro ataque de los bandoleros, esa noche vivieron nerviosos e intranquilos sin que haya pasado nada.

La mañana se presentó con todo su fulgor, se veían flechas de luz como delgadas lenguas de fuego flameando a través de la gris cúpula celeste. Las luces se hacía cada vez más anchas y bañaban el firmamento en tonos rosados y rojos, derramando sobre la tierra verde parda reflejos radiantes.

Fantasmales grupos de sombras se aferran aun al suelo frio de la mañana, convirtiéndose en árboles brillantes con encajes de telarañas perladas por las gotas del rocío hilvanadas en tembloroso y delicado telar.

 Esta calma no presagiaba nada alentador, se podía presentir en el ambiente al temeroso indio en asechanza en la espesura del monte preparándose para el ataque ante el menor descuido.

 Mucho más allá, después de la cinta de plata que ya el sol se afana en reflejarse en el río, se perfilan aún los montes amenazadores aún oscuros que parecen presagiar algo siniestro en su interior oscuro e  impenetrable guarida del indio bandolero.

Pero segundos después, allí donde hubo tinieblas ahora se encuentra reinando la luz del amanecer, como una bendición del Altísimo, este luminosidad augura paz, felicidad y tranquilidad, y mientras el sol va borrando las tinieblas se puede escuchar el portentoso corear de  los innumerables cantos y gorjeó de infinidad de las aves que con sus diversos trinos se desperezan apresurados en saludar a su manera el fulgurante amanecer.      
 
Justamente esa radiante mañana era 9 de julio, por lo tanto se dispuso festejar la fecha patria. Después el baile que comenzó al atardecer cuando los músicos que venían en la caravana, dispuestos en una tarima improvisada arrancaron con una lluvia de estridentes notas musicales con sus guitarras , una verdulera y otros instrumentos de percusión improvisados para el momento, hacían oír distintos sones musicales con ecos que volvía de la espesura del monte.

Hombres y mujeres formaban una faja de colores en movimiento, que se retorcía a través de las figuras de las parejas.

Las llamas de las fogatas iluminaban los rostros radiantes de felicidad y haciendo notar con más fulgor los vestidos tafeta, satén, brocato y organdí de las mujeres, con sus colores azules, rojos, blancos, verdes  y amarillentos. Las pesadas figuras de los hombres se revelaban dentro de las rígidas y elegantes camisas blancas de lino y las limpias panas verdes, amarillas y rojizas.

Las risas y la alegría hacían eco en los montes cercanos y que de vez en cuando alguien preguntaba a los centinelas el santo y seña que se encontraban apostados en oscuros rincones silenciosos sin movimiento para no ser localizados por los bandoleros que estarían asechando en lo tupido del monte de guayabos, espinillos, cañafístulas, anjicos y del dulce árbol de guaviyú, cuya fruta se parece a las cerezas por lo dulce y agradable sabor.

Mi abuelo Marcelino junto a mi abuela Paula formaban el comando con una seriedad propia de su responsabilidad     

Ellos preocuparon también en atraer nuevos colonos a pesar de las penurias lo que se formaría así poblaciones más compactas con la finalidad de forjar una sociedad fuerte y estable, Con capacidad también de defender los territorios argentinos de los ataques  de estos bandoleros apoyados constantemente por los bandeirantes portugueses que ejercían una inmensa presión en la frontera atacando estancias y destruyendo todo vestigio español con la finalidad de ampliar sus fronteras más allá del Rio Uruguay constante que ejercían los bandeirantes portugueses buscando ampliar sus fronteras más allá del Rio Uruguay hasta la confluencia del Rio Paraná.

Entre sus cosas guardadas cariñosamente  y con mucho esmero encontré una carta de la madre del Abuelo Marcelino que le entregó antes de partir a la guerra contra el Paraguay y le decía “ Bueno hijo me despido de ti y en el caso que no regreses más, será la voluntad de Dios. Sólo es mi estúpido corazón de madre, el que tiene confianza, cree y ruega, para que puedas volver después de una esta horrible guerra que confío en la victoria. Ya que Dios hace milagros y no puede dejar en forma alguna triunfo de los aliados contra la fuerza y la injusticia”

He traído al mundo varios hijos varones y mujeres y estoy orgullosa de ustedes y ninguno se ha ido por mal camino, aunque a todos quiero por igual, es a vos Marcelino al que más quiero, por esta circunstancia de que te alejes hacia una guerra que creo será sin cuartel porque conozco la valentía de los paraguayos aunque los guían personas sin escrúpulos, pero ellos se han señalado por su hechos y la sangre inocente clama, llamándolos ante el tribunal de Dios Estás luchando por tu patria, familia, por tus camaradas conocidos y desconocidos, por todas las mujeres y niños.

Por supuesto quedo preocupada, por eso te escribo para decirte que has sido bueno conmigo y con tu padre. Cuando niño te llevé por el buen camino y asimilaste todo, cuando fuiste a la escuela, cuando adolescente y cuando te convertiste en hombre y es muy posible que alguna otra mujer te aparte de mi lado, nuestros hijos no son nuestros, pero siempre que te veía mi corazón se alegraba. Pero también lo sé que no te traje para mi sola, sino otro hijo más para la patria naciente que en estos momentos necesita hombres fuerte y puros para hacer de ella una gran nación”.

Allá lejana en el firmamento infinito brilla cada noche la Cruz del Sur, símbolo sagrado que El Infinito nos obsequió como emblema de la América del Sur y muy especial de la Argentina y a ella le pido cada noche para que puedas regresar vivo a esta querida Tucumán.       
Otra vez hijo mío te estrecho en mi pecho cerca de mi corazón. Con todo cariño tu mamá.

Estos esforzados héroes se convirtieron en hombres y mujeres fuertes muy distintos de los que vinieron de Europa,  la piel reseca, firme, de ojos penetrantes y duros, los años en su nuevo país lo endurecieron, su personalidad cambió hasta transformarlos en personas prácticas, maduras y casi insensibles al dolor físico y a la falta de algunos de los elementos esenciales para vivir más confortables, su nueva vida los convirtió produciendo este resultado a favor de la nueva civilización pujante que ya se vislumbraba con vigor.

Sus hijos nacidos en este nuevo territorio llegaron a la adultez sin conocer otra vida que la fueron formados por sus adultos dentro de un círculo muy cerrado. Como consecuencia de ello, fueron adoptadas nuevas costumbres, con tradiciones características de la región adoptada que influenciaron en gran medida fueron pasando de  padres a sus descendientes con personalidades reflejadas del medio original y hábitos adoptados del nuevo medio
  
Debemos mirar con respeto la vida sacrificada que tuvieron. Desde su instalación, actividades a realizar, aunque ya algunos venían con profesiones manuales que inmediatamente le redituaron estabilidad, así aparecieron médicos, educadores, albañiles, carpinteros, incluso chapeleros, sastres y otros que sin conocimientos previos aportaron otras clases de actividades que beneficiaron a la nueva comunidad que se estaba formando   

Papá se formó carpintero mediante el aprendizaje que tuvo con un ebanista francés Monsieur Jacques , un artista, que le aportó grandes conocimientos en la fabricación de muebles, carpintería de obras, algunas con relieves cincelados siendo algunos verdaderas obras de arte. Este francés tenía su taller en la gran casona tipo palacio de propiedad del estanciero D Dionisio Sánchez, en la calle Mendoza, entre Yatay y Los 108. Ahora propiedad de la Señorita Margarita Alderete.

Con el tiempo trabajó en diversos tipos de carpintería, primero en la carpintería y herrería de Don Lorenzo Raggio, fabricaba desde ruedas para carros que llevan los rayos torneados de madera dura, chasis para jardineras y sulkis y carros enormes para el transporte de carga pesada, balanzas o básculas de madera, portones o tranqueras para campo.

Después se especializó en la construcción de puertas y ventanas, celosías, muebles, como roperos, retretés, mesas, sillas, cómodas para dormitorios, etc.

Primeramente trabajó en la carpintería de Don Esteban Copello, después a cargo de su hijo Don José Copello (el tuerto), cuyo  establecimiento que se encontraba en la esquina de las calles Cnel. López y Mitre, contaba con buenas maquinarias para esta actividad, garlopas, tupi, cepilladoras, agujereadoras, lijadoras, sierras sin fin y sierras circulares.

En la parte herrería se trabajaba en la construcción de ruedas, ejes para carros de mediano y gran porte, todo con una gran fragua manual, realizándose soldaduras de llantas y ejes con voraz y bronce, para la construcción de carrocerías a cargo de Don Borda era el herrero, hombre menudo pero de gran fuerza como es necesario para esta tipo de actividad, contando con el ayudante Fierro.

En la carpintería, había buenos profesionales, como Don Coco Pereira, Camisasca, Mauro, Barboza (el sordo), y por supuesto Papá Francisco Benedicto Maciel, gran profesional en la fabricación de muebles de prestigio y otras obras de artes como puertas y ventanas que en algunas casas todavía existen por la madera y calidad puesta en su fabricación.

En algunas circunstancias por falta de trabajos en la carpintería de Copello, trabajó en carpintería de obras, como cabriadas para la colocación de techos de tejas tipo colonial o tipo francés, de sing, etc. Trabajó en Libres y en otros lugares como Yapeyú, La Cruz. Alvear. Santo Tomé y en arroceras ubicadas en los Cuay Grande y Chico, bañados por el Río Aguapey, a veces se trasladaba en tren y otras veces a caballo, llevando su herramienta a lomo de caballo.

Fue afiliado de Sindicato de la Construcción, mucho antes de que se formen los gremios en la época de Perón. Este Sindicato tenía su sede en la calle Cnel. López entre las calles Brasil y Uruguay, justo detrás del Club Barraca.

Los Sindicatos eran muy perseguidos por la Policía que actuaban a pedido de las patronales y políticos con la finalidad de que los obreros no se unan para realizar sus infinitos reclamos, tanto en la parte salarial, horas de trabajo, que normalmente se trabajaba de sol a sol con una hora al mediodía para comer, y en la parte vacaciones ni hablar, en fin se llevaban a cabo reuniones a la noche, después de trabajar, allí se reunían para designar miembros del sindicato, balances de las cuotas de socios, novedades surgidas contadas por los obreros, anotadas en los libros del día.

Se habría el libro constando la presencia de los socios presentes como bajo la presidencia Sr Agostini, Secretario de actas, Secretario General, papá como Tesorero y otros sindicalistas presentes en ese momento.

Papá siempre me llevaba porque en algunos casos era imprescindible mi presencia, aunque mi actuación era de poca importancia pero podía ser de utilidad y era lo siguiente, yo estaba allí en un rincón medio dormido con una bolsa de arpillera resucia con olor a cualquier cosa, menos olor agradable para el caso de que llegara la policía, se  colocaban lo libros del sindicato en mi bolsa resucia y cuando me preguntaban que hacia allí y que llevaba en esa bolsa y veían la mugre, lo primero que hacían era echarme del lugar, cosa que yo lo hacía a gran velocidad llevando los libros.

 Algunas veces yo esperaba con el petiso alazán en la vereda o en la calle que era de tierra pura, la cuestión era transportar los libros y dejarlo a buen recaudo en casa que ya mamá tenía un lugar secreto en caso de que apareciera la policía a requisar el lugar.

En cierta ocasión del balance mensual de tesorería llegó a faltar 5 centavos y tuvimos que quedarnos toda la noche hasta que apareció que por error de cálculos allí estaba, le pedían por favor a papá que deje que no era gran cosa lo faltante, algunos decían Don Maciel yo pongo los 5 centavos, pero papá quería las cosas como debían ser y menos que se dudara de su honestidad, así que no aceptaba ese arreglo.                  

Mamá, pobre mamá, cada vez que había reunión sindical pasaba  afligida toda la noche hasta nuestro regreso, porque se podía esperar cualquier cosa en estas reuniones, una de ir presos a la comisaría, que nunca eran bien recibidos por la justicia. Por supuesto que por su condición de tesorero papá tuvo muchos conflictos con la policía, que era constantemente molestado sin llegar nunca a ser detenido.

Recuerdo que ahí por cerca del aserradero Padoan vivía el albañil Carlos Alegre de ideas comunistas, pobre, solamente por eso era constantemente perseguido, humillado y controlado por la policía y otros organismos de las Fuerzas.

Su correspondencia violada que muchas veces no recibía por ser confiscada por el gobierno o por alguien, esto me contaba cuando en cierta ocasión trabajó para papá en la construcción en nuestra casa de dos piezas de material ayudado por otro albañil de apellido Cena 

Un buen día este hombre perseguido vendió su casita donde vivía en la calle Pago Largo, entre Buenos Aires y Mendoza, compró una chacra y se fue a vivir con su familia. De esta manera procuró que estando  retirado del pueblo dejarían de molestarlo.  

Y bueno continuando con la actividad de papá, al otro día tenía que concurrir al trabajo, esto era algo sagrado para él, sabiendo también que tenía 6 pichones que dar de comer y el como horcón del medio no podía faltar, sino no había que comer al otro día, por eso tenía que concurrir al trabajo bajo lluvia o tormenta ni por nada, siempre había que ir y bajo ninguna circunstancia se podía faltar al trabajo y yo a la Escuela con la cara larga de sueño, pero eso sí con un buen desayuno a base de cochengo con leche, torta frita, un pedazo de queso, fabricado por mamá con la leche de sus lecheras, galleta con anís o las famosas marineras de Olegario.Pereyra que tenía su panadería en la esquina de la calle Brasil y Sarmiento

Marcelino Maciel Diaz

Vino de la Provincia de Tucumán con un grupo de hombres conducido por el Capitán, Macedonio Aranda, primo de Marcelino que con el grado de Teniente se incorporaron en las tropas que se reunían  en la ciudad de Concordia, Entre Rios, a órdenes del General Bartolomé Mitre.

Marcelino no participó de la batalla del Yatay, fue conducido rápidamente con una tropa de caballería en las fronteras con el Paraguay en las márgenes del Rio Paraná, en campamentos improvisados de fuerte disciplina, preparándose en ejercicios de tiro y maniobras en el monte correntino, entablando algunas escaramuzas en territorio argentino con algunas fuerzas paraguayas que cruzaban a la noche el caudaloso Río Paraná, asaltando poblaciones y estancias, previamente planificadas por algunas avanzadas de espías que orientaban sus actividades.

Marcelino con el grado de Teniente tenía a su cargo una caballería de paisanos armados con lo que podían, desde armas de chispa, lanzas, sables y otros armamentos más modernos como el Remington.

Asimismo realizaban cruces rápidos en territorio paraguayo en el territorio de Yahavé con la finalidad de llevarle malestar en una zona de malezales y arenales que nuestras tropas sabían accionar por ser casi iguales a las correntinas

En tierra paraguaya abunda gran cantidad de frutas como la naranja, mamones, palmeras cocoteras, bananas, Guaviyú  y otras frutas dulces como el aguaí y la pitanga, pudiendo sobrevivir alimentándose con ellas ante la imposibilidad  del suministro de víveres por parte de propias tropas.

La misión del Teniente Marcelino era atacar los campamentos y avanzadas paraguayas que se preparaban a cruzar el rio y realizar los ataques sorpresa en lugares preestablecidos. Estos campamentos visibles de noche por las fogatas que se podían ver desde la orilla correntina eran fácilmente detectadas y orientadas, los hombres de Maciel, gente de monte podían infiltrarse fácilmente por el pajonal de pajas bravas y por agua, expertos y eximios nadadores, que solamente con su armamento eran capaces de recorrer muchos miles de metros sin ser visto y atacar de sorpresa al enemigo despreocupado durante el día que dormían a pierna suelta sin centinelas

El Teniente Maciel les caía de sorpresa con la mitad de sus hombres en ataques relámpago, sableando a los que los encontraban a mano sin realizar disparos, mientras que la otra mitad de sus hombres se encontraban con las armas de fuego a la espera de alguna resistencia que en algunas ocasiones reaccionaban procurando ocultarse en el pajal donde eran fácil blanco de los grandes tiradores argentinos que no erraban un disparo.

Marcelino era considerado como uno de los mejores tiradores y no perdonaba la vida de sus enemigos porque cuando reaccionaban se lanzaban con una furia salvaje, dando gritos terribles que hacia poner la carne de gallina , pero ellos acostumbrados ya a esa manifestaciones se replegaban rápidamente por lugares preestablecidos para estas ocasiones, ocultándose en los tupidos montes, o ante el severo hostigamiento se largaban a nado hacia la orilla argentina que eran apoyados por disparos de la propia tropa del lado argentino, que lograban frenar el ímpetu paraguayo.

En cierta ocasión frente al pequeño rancherío de Yaapé, los paraguayos lograron herir de gravedad a varios de nuestros soldados que pudieron ser salvados por los hábiles canoeros correntinos que lograron salvarlos menos a un soldado de apellido Menezes oriundo del departamento de Mercedes que desapareció en las torrentosas aguas del rio Paraná  En esta oportunidad los paraguayos traían una embarcación grande a remo con una buena ametralladora, pero tuvieron que replegarse ante el fuego graneado de la fusilería argentina 

Estos ataques sorpresa en los campamentos del enemigo logró frenar en gran medida la actividad paraguaya del lado argentino, pudiendo de esta manera preparar la gran invasión de las fuerzas aliadas que se encontraban alistándose con todos los medios en Paso de la Patria para el inminente cruce del Paraná y que se logró casi sin contratiempo gracias a los esfuerzos del Teniente Maciel y sus aguerridos combatientes empleando el sistema de guerra de guerrillas.

 Debido a esa descollante misión el Teniente Maciel fue ascendido a Capitán de infantería del Ejército Argentino.                    

Esta historia fue relatada por Abuelita Paula, esposa de mi abuelo Marcelino Maciel Diaz     
   


Prefacio

     En el mundo azul de los niños todo es posible, contando con la prodigiosa imaginación de dos gurises, que llena de gracia, encanto por la vida sana, feliz, agradable, el tiempo se hace mágica, sus fantasías les hace recorrer mundos que ellos sólo pueden ver, caminos de alegría y ensoñación; existe nada más que el presente, lleno de amor e inocencia no dejan pasar la realidad de la vida cotidiana que los rodea constantemente, sin llegar a comprender ni percibir siquiera los parónimos entre la alegría y tristeza siempre juntos acompañados unos y otros. Nada puede ensombrecer esta preciosa y delicada existencia que se va abriendo en medio de la rudeza de la vida.

El principal protagonista de la felicidad de estos niños es sin duda el petiso alazán, que nos supo acompañar en todos nuestros momentos gratos y alegres en las pequeñas aventuras que estos gurises emprendieron, que no fue poca,  

     Nuestra actividad, Oscar y Pancho,  transcurre en momentos en que Paso de los Libres, pretende convertirse en ciudad, aunque paulatinamente vemos desaparecer los terrenos baldíos y lugares abiertos, incluso en algunas calles de arena bordeados de pastos verdes, donde se podía jugar un buen picado de futbol con pelota de trapo, sin obstáculos que pudieran limitar las andanzas de los gurises que entre gambeta y el accionar de estos dos gurises las aventuras van sucediendo constantemente en nuestra vida sin mayores contratiempos junto al  inseparable  y querido petiso alazán.

    Con nuestra ilimitada libertad de gurises y la vivencia del petiso alazán,  que sabia explotar todas las situaciones a su provecho, pidiéndonos sin descanso y constantemente algo de comer, obligándonos a proveerle la cuota diaria de la ración de maíz y afrecho de arroz destinada a las vacas lecheras de mamá y demás bichos del gallinero, que había en abundancia, gracias a estos también, no faltaba alimento a la numerosa familia y por supuesto a la intensa labor de sus padres que trabajaban con dedicación y esmero en las tareas de la huerta.

Tenían toda clase de verduras y hortalizas y frutas, abarcando desde maíz, zapallos de todo tipo y clase, frutos cítricos, mandarinas, naranjas, lima, limones, los pomelos, sabrosos higos negros y blancos y algunas pitangas que brotaban por todos lados del terreno.

FM.